15 de Enero
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Editoriales
PASIÓN POR EL DEPORTE
Enrique Macaya MárquezPeriodista deportivo
La ligera utilización de las palabras, la inclinación a crear figuras conceptuales que suponen interpretar o representar verdades absolutas, nos imponen mucha cautela en el momento de pensar en asociaciones que se refieran particularmente al deporte y la pasión.
Más aún si se los piensa con mayúsculas. Hoy parece un matrimonio nacido de los usos y las costubres. La Pasión por el Deporte.
Pero, se debe ser un cauteloso observador para moverse en los alrededores que puedan definir los términos deportivos o apasionantes.
Y hay que desmenuzar con pericia de cirujano para poder diferenciar lo sano de lo enfermo. Se sostiene que la pasión por sí misma no es ni buena ni mala. Pero, paradójicamente, puede ser ambas cosas. El deporte nos empuja a imaginar su origen lúdico, inocente, casi ingenuo, en un estado de pureza que en primer lugar lo vincula con el amor.
La pasión, fiel a su condición, exalta la relación a tal punto que puede comenzar a transitar un camino dibujado sobre una línea peligrosamente delgada con curvas de oscuro fanatismo.
De allí, en consecuencia, y valiéndonos de los términos de la iniciación deportiva, vale, y mucho, intentar hacer un ejercicio inteligente para poner la pasión donde corresponda.
Jugar para competir y competir para ser mejor. Con uno mismo. Con los otros. Con aquellos que nos permiten asociarnos en la práctica deportiva sujetos a las normas en un compromiso individual y colectivo. Y hacer de ello un gesto apasionadamente deportivo.
Vivir la versión más pura de la pasión por el deporte, viviendo deportivamente la más pura de las pasiones. La condición será, entonces, consolidar la pareja. Y apasionarse por el deporte dentro de los límites que el mismo deporte impone.